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Por Redacción , 4 de septiembre de 2023 | 08:00

Aspectos desconocidos de la tragedia de Cerro Emperador Guillermo

  Atención: esta noticia fue publicada hace más de un año
Un viejo avión Ladeco Douglas DC-3 CC-CBM, salió de Cerrillos rumbo a Coyhaique, aquella fatídica mañana, pleno invierno de 1968.
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Miles de lectores desconocen los asombrosos detalles de este trágico suceso ocurrido en Aysén el año 1968. A continuación, La Última Esquina, sección del escritor Oscar Aleuy.

La niña Donatila Chacón estaba jugando al luche frente a su casa de la montaña, cuando oyó un estruendo de motor y vio una nube negra y un avión cayendo en dirección al cerro. 

El Emperador Guillermo queda al norte de Coyhaique por el camino a Villa Ortega hacia el Este. La niña corrió asustada a avisarle a todos y se quedó adentrito toda esa tarde, temblando de nervios.

Era un vuelo que se había iniciado temprano en el aeropuerto de Los Cerrillos, con dos pasajeros menos. La nave era un avión bimotor Douglas DC-3 CC-CBM de Ladeco y se precipitó a tierra frente al Cerro Emperador Guillermo el lunes 8 de abril de 1968, faltando pocos minutos para que sean las dos de la tarde. Su número de matrícula era 213.

LA TRAGEDIA Y EL IMPACTO DEL AVION

Los pacíficos lugareños vieron cómo se desprendía el ala y el aparato comenzaba a descender a mucha velocidad, desprendiendo una negra humareda. La aeronave cayó en un sector raleado y sin árboles y se arrastró, aunque sin presencia de fuego, escuchándose sólo dos o tres detonaciones luego de la caída. Murieron 36 personas, tanto por el impacto como por el incendio de la nave. 

LA FATÍDICA LISTA DE PASAJEROS MUERTOS

La lista de fallecidos fue entregada al día siguiente por la compañía aérea. Tripulaban el avión el piloto José Valencia Maggi, el copiloto Edesio Rivera Lorca, y el sobrecargo Germán Moreno Laulie. Los pasajeros eran Narciso Alvarez Alvarez de La Serena, los catchers (deportistas de lucha libre) Francisco Javier Gómez Marín, Jaime Véliz Farías, Florencio González Hernández, Eduardo Puente Arias, Renato Briones Pozo, Luis Molina Bañados, Luis Gómez San Martín, Miguel Ramírez Gaete y Mario Ramírez Rivas. También iban Edmundo Valdés Hotting y Gonzalo Bobadilla, funcionarios de Fach, Graciela Cantuarias Bernal, Ruediser Kroper, Claudio Mujica Moreno, el grupo familiar compuesto por Raúl Oyarzún Quintana, su esposa Renata Muñoz de Oyarzún y sus hijos Raulito , Marcelita, Claudio y Luis Andrés; Violeta Solís de Fuentes, Francisco Araya, Ruth Cañón, María Villarroel de Arriagada e hijita Florida Arriagada Villarroel; el grupo familiar formado por Nelson Vera, Blanca Bernabé de Vera e hijos Nelson, Verónica y Andrea y Francisco Pérez Vergara, que residía en Coyhaique. 

SE INICIAN LOS PRIMEROS PROCEDIMIENTOS

Al iniciarse la investigación de los hechos, se constituyó en el lugar el fiscal Pedro Campos Gardenia. Su llegada causó gran revuelo, llenándose el sitio de curiosos, y provocando molestias y obstrucciones a los procedimientos, tanto a la fuerza pública, como al intendente de la época Gabriel Santelices y al Gobernador Carlos Echeverría. 

Los cuerpos de los infortunados y lo que quedó de ellos, eran sólo restos sanguinolentos y calcinados, la mayoría de los cuales fueron cuidadosamente envueltos en bolsas plásticas, depositados en urnas y trasladados al gimnasio chico del Liceo San Felipe Benicio, donde fueron velados. El ex gobernador Carlos Echeverría me mostró años después aquellas fotos y quedé consternado ante la tragedia. Se llevó a cabo un gigantesco trabajo a cargo de los efectivos del CMT, que por muchas horas se enfrentaron al horror del rescate e identificación y traslado de los cuerpos. Algunos de ellos recuerdan los cuerpos calcinados, en medio del lugar de la tragedia y el inmenso pasadizo que dejó la nave al avanzar en su caída a través del sector carbonizado a su alrededor. Los cadáveres quedaron diseminados en un radio de seiscientos metros y sus cuerpos diseminados en un área muy escarpada (o lo que quedaba de ellos), debieron ser bajados a la planicie a lomo de mulas. 

Yo me encontraba en Valparaíso junto a mi amigo Paco Franch asistiendo a una clase de Derecho Romano, donde entonces estudiábamos. Alguien nos dijo lo que había pasado y creo que nos pusimos a llorar. Ignoro qué será de mi amigo Paco, hijo del recordado hombre de los vinos y licores, Cándido, el vasco de Lérida, que tenía su negocio en Parra con Moraleda. 

TESTIMONIOS Y VIVENCIAS DE ALGUNAS PERSONAS

Uno de los más importantes testigos de la caída del aparato es el agricultor Noel Flores, quien junto a su familia fue el único que se pudo percatar de que algo anormal le sucedía al avión, dando de inmediato cuenta del hecho a Carabineros de Coyhaique. La causa del accidente se debió al desprendimiento del ala izquierda del avión. En el momento del suceso, llovía y estaba cerrado entre Coyhaique y el cerro Emperador Guillermo. 

El avión Ladeco siniestrado era una nave vetusta, fatigada, vieja. Tanto así que en pleno vuelo se le desprendió una de sus alas. El comandante de la nave, piloto José Valencia Maggie (en la foto), de vasta experiencia en navegación aérea, es muy poco lo que pudo hacer para evitar la catástrofe). 

Muchos comentarios rodean estos recuentos, los que se reúnen diariamente en nuestro grupo Facebook “Nosotros los de Antes”, ya próximo a cumplir 11 años. Eduardo Zimermann cuenta que hoy existe un monolito en el lugar del accidente y que cada cierto tiempo vienen familiares de los fallecidos a elevar una plegaria y dejar un ramo. El campo aún es de uno de los miembros de la Sucesión Flores, quien en algunas ocasiones ha compartido historias relacionadas con acontecimientos sobrenaturales que les ha tocado vivir post accidente. El abuelo siempre que iba al sector a arrear sus animales divisaba a personas de blanco en donde sepultaron algunos restos de quienes fallecieron en este accidente. Esto le pasó a menudo hasta que hizo un cierre perimetral de ese sector con un cerco y de ahí nunca más vio estas apariciones. Creo que necesitaban descansar en paz. Eso me contaba mi mamá, quien también, junto a mi abuelo y mis tíos, fue la primera en llegar al lugar donde se estrelló el avión.

Él mismo recordó que ese fatídico día 8 de Abril de 1968 ocurrió una anécdota que le salvó la vida a uno de los pasajeros del vuelo. Esa mañana los pasajeros del Ladeco debían presentarse en el aeropuerto a cierta hora en punto para abordar el vuelo 213. Uno de ellos, por alguna razón inexplicable, se retrasó y llegó al Aeropuertos de Cerrillos cuando el avión ya había partido. La situación indignó al pasajero, supongo que el caballero en cuestión hizo sus descargos a la aerolínea, pero ya nada se podía hacer, pues había perdido su vuelo de regreso a Coyhaique. No me puedo ni siquiera imaginar cuál sería su reacción cuando horas más tarde se enteró de que había salvado de morir. Se trata del recordado comerciante de Coyhaique Alberto Brautigam Luhr.

Margarita Oyarzún vivió personalmente esa tragedia, ya que en ese vuelo venía un amigo funcionario de Corhabit Juan Varas Carrasco, quien perdió el avión porque estaba en una despedida en la boite La Sirena de Santiago, en profundo estado de embriaguez.

María Alicia Fernández declara con nostalgia que en ese accidente fallecieron familiares de su esposo, Nelson Vera y su familia. Y que su padre estuvo ahí. Lo mismo Mario Soto González, que era en ese momento bombero de la Tercera compañía, y el accidente le marcaría para toda la vida. La vecina Erica Almonacid expresa su congoja al recordar a su esposo Carlos Ulloa que ayudó como voluntario de la Segunda Compañía de Bomberos y durante tres días recogió los restos carbonizados de algunos pasajeros, en medio de un espectáculo terrible para todos. Era ver solo trozos irreconocibles ―dijo―, algo que lo afectó muchísimo por un buen tiempo todo aquello. 

El avión Ladeco siniestrado era una nave vetusta, fatigada, vieja. Tanto así que en pleno vuelo se le desprendió una de sus alas. El comandante de la nave, piloto José Valencia Maggie (en la foto), de vasta experiencia en navegación aérea, es muy poco lo que pudo hacer para evitar la catástrofe). 

Giorgina es la hija mayor del piloto José Valencia, y rememora dramáticamente ese momento:  mi padre se fue en lo que amó toda la vida, los aviones. Parece ser que no quería morir de otro modo, aunque me imagino su angustia al ver que no podía hacer nada ante ese fatídico momento. Lo recordaré siempre por su alegría, compañerismo y por haber sido un gran padre, esposo y amigo. El análisis de José Garrido también ayuda a reflexionar:  Un accidente que se podría haber evitado. Una vetusta aeronave que capotó en Aysén, aviones sobrecargados de horas de vuelo. Tal vez antes los controles no eran como los actuales.  Finalmente, Vania Cáceres Solís nunca dejó de mencionar los dolorosos momentos de una pérdida. En ese accidente perdió la vida mi tía (hermana de mi madre) y madrina Violeta Solís. Tenía tan sólo 28 años, y fue un duro golpe para la familia, especialmente para mis abuelos Francisco, Claudina y sus dos hijos. Yo era muy pequeña pero nunca he olvidado ese terrible día. 

OBRAS DE ÓSCAR ALEUY

Óscar Aleuy, escritor coyhaiquino

La producción del escritor cronista Oscar Aleuy se compone de 19 libros: “Crónicas de los que llegaron Primero” ; “Crónicas de nosotros, los de Antes” ; “Cisnes, memorias de la historia” (Historia de Aysén); “Morir en Patagonia” (Selección de 17 cuentos patagones) ; “Memorial de la Patagonia ”(Historia de Aysén) ; “Amengual”, “El beso del gigante”, “Los manuscritos de Bikfaya”, “Peter, cuando el rock vino a quedarse” (Novelas); Cartas del buen amor (Epistolario); Las huellas que nos alcanzan (Memorial en primera persona). 

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