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Por Redacción , 27 de agosto de 2023 | 08:30

El sargento Zambrano Chávez al acecho de los matreros en las estancias del sur

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El Sargento Segundo Domingo Zambrano Chávez, junto a su familia, cuando estaba activo en 1932. Es el primero de la izquierda junto a su nieto Remberto. Aparecen René, Conrado, Bolívar, Domingo, Rolando, Fresia y Margarita, su esposa Carolina y el peón Emiliano Huelet. (Foto de la familia en Coyhaique)
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En 1918 fue tanta la cantidad de delitos impunes en Aysén, que el gobierno territorial lo mandó a buscar a Valdivia. Crónica del escritor Oscar Aleuy.

En 1918 fue tanta la cantidad de delitos impunes en Aysén, que el gobierno territorial lo mandó a buscar a Valdivia. Crónica del escritor Oscar Aleuy.

El sargento 2º de Carabineros Domingo Zambrano Chávez estuvo presente en dos conflagraciones bélicas: participó en la ofensiva chilena durante la guerra contra la confederación Perú–Boliviana a fines de 1879 y cubrió áreas conflictivas durante la Guerra de Chile Chico 39 años después. 

Zambrano vivía en Los Ángeles cuando le tocó hacer el servicio e integró las huestes de la guerra contra la Confederación. Era apreciado en los altos mandos por su espíritu aguerrido y estilo de lucha. Se comenta sobre él que hizo justicia por sus propias manos, lo que aparece consignado en los testimoniales de un hijo de Juan Mackay que describe a Zambrano como  sanguinario y castigador.

La frase que acostumbró a usar era determinante y perentoria: Si no haces lo que te digo tendré que terminar con tu vida. Se vivía entonces una especie de justicia espontánea que confería a los jerárquicos de plenos poderes, aunque estaban condicionados a salvaguardar derechos fundamentales de las personas, como la integridad física y mental, su seguridad y el derecho a un juicio justo. Se cree que dichos conceptos constituyen la base de los carabineros trizanos.

LARGOS VIAJES A CABALLO PARA EL ENJUICIAMIENTO

En el caso de Zambrano, si un detenido era notificado, el sargento partía con él a caballo por Argentina hasta llegar al Juzgado de Chiloé. Pero como las resoluciones de los jueces sobreseían al sospechoso por desconocimiento o letra muerta inaplicable para la realidad aysenina, Zambrano y sus iguales decidieron no continuar perdiendo el tiempo llevando a los reos a otra jurisdicción. 

Al respecto, Ricardo Mackay (fallecido el 2006) señala que el delincuente queda libre porque el juez no encuentra motivo para condenarlo. Zambrano regresa con el preso hasta acá —otros 10 días cabalgando por el aciago paisaje del territorio— y le abre las puertas para que el forajido busque por sí mismo la libertad, aunque ahora aplicando la amenaza inicial: si te escapas, tendré que matarte. 

Cuando la superioridad le asignó la última misión de su vida, Zambrano ya conocía al dedillo todos los detalles. Siempre fue un avezado sabueso, incontenible soldado de dos guerras y paladín de la justicia por manos propias. Un arquetipo necesario, que calzaba justo en el escenario de la estancia ganadera de Valle Chacabuco, donde mantuvo a raya a forajidos maledicentes y desprestigiados, disparando la bala certera en el momento adecuado. Y Zambrano se portó a la altura. Tanto, que se debilitó el matonaje y se creó entre cuatreros una sensación de miedo y sobrecogimiento cada vez que alguien pronunciaba su nombre. 

ENVIADO ESPECIAL AL BAKER

El retén de Guadal era muy similar al de la estancia Hobbs, donde debía cumplir una importante misión de limpieza el sargento segundo Zambrano.

Fue el año 1918 en la llamada Estación de Carabineros Río Baker que el sargento Zambrano se insertó plenamente en la mascarada de violencia que asolaba la zona de Cochrane. Por orden de la superioridad con asiento en Punta Arenas, el sargento, que a la sazón cumplía funciones en la ciudad de Los Ángeles y Puerto Montt, se incorporaba con éxito a esta estación, que se acercaba más a un centro de operaciones, pero sin alcanzar a retén. El personal que le acompañaba— los carabineros Avelino Reyes y Ramón Maldonado y ocasionalmente el dragoneante Juan San Martín —dependía directamente de las estancias ganaderas de Lago Posadas y Río Baker. 

Según documentos originales de puño y letra del sargento, se leen comunicados hacia y desde esta estación, como la plantilla del personal y sus sueldos, la relación de las planillas de pago de las Estancias Baker y Posadas, además del personal de la Estación de Carabineros de Río Baker correspondientes al mes de abril de 1919. El Sargento recibía subvención de cien pesos; Avelino Reyes, sesenta pesos y Ramón Maldonado, sesenta. Quien administraba la estancia Posadas y Baker de Hobbs y Cía., era míster Krammer. 

La estación estaba instalada en ese lugar a petición de la autoridad para detener los hechos de sangre y de violencia que venían asolando el área desde antes de 1918. Entre la producción y la comercialización de carnes y las ovejas, se dio una fuerte relajación entre los trabajadores, descuidando casi por completo la vigilancia del orden y las buenas costumbres. Era fácil matar y robar, logrando la impunidad y sin temor a que el peso de la justicia recayera sobre los actos impropios y las fechorías. Aquellos hombres, por la facilidad que otorgaba el entorno para disparar sus apetencias de licor y refocilo, optaban por ser libres y felices, sin detenerse ante nada y cometiendo los más espeluznantes excesos.

LA RELAJACION EN LA ESTANCIA

La estancia contrataba muchos peones, a lo menos unos doscientos cincuenta por temporada, según un régimen de contrato mensual renovable de 50 pesos mensuales, y una casa colectiva con alimentos y vituallas. Un dato curioso es que el principal alimento (la carne) era entregado en raciones brutales de hasta cien kilos mensuales. A ello se suman las porciones de licor que debía descontar de su salario cada hombre. Este era exactamente el punto de partida y el caldo de cultivo de la violencia y el descontrol. El control estaba justo en lo que se conocía como la estación de los Carabineros, bajo la atenta y severa vigilancia de un astuto perro en estas lides. El segundo Zambrano Chávez es una figura descollante dentro de los primeros ambientes de Coyhaique, incluso antes de su fundación, cuando lo asignan primero a integrar la tropa de los carabineros de la estancia, y luego a terminar con la violencia que se cierne implacable sobre las estancias en el sur. 

UNA CASA PARA EL SARGENTO

Desde que Zambrano obtuviera rotundos triunfos en las misiones encomendadas, la superioridad de carabineros representada por las figuras de Ibáñez y Marchant, le miró siempre con buenos ojos. Tanto que, al terminar con las misiones del Baker, y estando ya de regreso en Coyhaique, con unos 60 años de vida, se le ofreció un pedazo de tierra para que se construya su casa y viviera ahí con su familia, abandonando la estancia y disfrutando de su merecida jubilación. La frase que enarboló como respuesta el sargento Zambrano ha quedado consignada en la historia: No acepto que mi general me entregue esas tierras. En pocos años más esto será un pueblo. 

La franja de tierra fue reemplazada por otra, en dirección al sur, y que corresponde a un terreno aledaño a los alambrados de la estancia, que tocaban la recta Foitzick. Zambrano ocuparía el terreno y le encargaría la construcción de su casa al maestro de obras de Valdivia Abraham Bórquez Patiño, quien merodeaba por aquí tras haber planificado y construido el primer puente colgante del río Mañihuales en el sector de El Balseo. 

Tanto la casa vieja como el puente de acceso, se conservan incólumes a pesar de haber pasado prácticamente un siglo. Más allá del tiempo, recibió un campo cerca de Mano Negra que también rechazó, a pesar de estar habilitado con roces y una rancha levantada, aduciendo que sus hijas y toda su familia se harían salvajes en esas montañas. Una tercera alternativa fue en Puerto Aysén, un documento firmado por el intendente Marchant. Zambrano no dejó pasar ni un solo día cuando respondió casi con soberbia que su vida y la de su familia no estaban para criar sapos en esos horrorosos pantanos. 

La foto es de la actualidad y muestra los restos del primer retén de la Estancia Coyhaique, donde laboró el sargento Zambrano  cuando regresó de sus misiones en el sur. (Foto del autor)

SU HIJA FRESIA

Fresia, su hija mayor, accede a conversarme de estos tiempos de Zambrano sesentón, cuando está terminando sus funciones en la Estancia de Coyhaique Bajo. No deja de sentir ese orgullo callado por su padre, una figura que siempre impuso respeto, incluso —comenta la solterona— odiado y vilipendiado por la mayoría de las pandillas del Jeinimeni de Chile Chico y el Oscuro de Balmaceda, quizás los dos puntos más visitados por los forajidos extranjeros. 

En ese trance, es inevitable la muerte, el dolor, el miedo. Las andanzas de los forajidos se detienen y suavizan gracias al Colt y a la buena puntería del sargento, quien es capaz con su equipo de desbaratar cualquier plan urdido por los facinerosos. Debe ser así, porque en el Jeinimeni se levantan los planes de las bandas armadas para matarlo. Ocurre lo mismo en Balmaceda y con mayor acento en la estancia Valle Chacabuco. 

El descomunal escenario del farwest aysenino, en el ardiente holocausto de las selvas y en el fragor del poblamiento, presenta excesos que siempre caen por su propio peso, con o sin la omnisciente letra de la ley, con su espíritu o sin él.

OBRAS DE ÓSCAR ALEUY

Óscar Aleuy, escritor coyhaiquino

La producción del escritor cronista Oscar Aleuy se compone de 19 libros: “Crónicas de los que llegaron Primero” ; “Crónicas de nosotros, los de Antes” ; “Cisnes, memorias de la historia” (Historia de Aysén); “Morir en Patagonia” (Selección de 17 cuentos patagones) ; “Memorial de la Patagonia ”(Historia de Aysén) ; “Amengual”, “El beso del gigante”, “Los manuscritos de Bikfaya”, “Peter, cuando el rock vino a quedarse” (Novelas); Cartas del buen amor (Epistolario); Las huellas que nos alcanzan (Memorial en primera persona). 

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