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Por YoPublico.cl , 25 de octubre de 2022

Pandemia y aprendizajes para un transporte sostenible

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Una columna de opinión de Camila Balbontín, académica de la Facultad de Ingeniería y Ciencias de la Universidad Adolfo Ibáñez.

Estos últimos tres años han implicado cambios importantes en Chile y en el mundo desde múltiples puntos de vista; han sido años de gran incertidumbre que nos han obligado a replantearnos muchos supuestos que antes dábamos por hecho. Cambiar nuestros hábitos diarios es una de las cosas más difíciles que podemos hacer, ya que muchas de las decisiones que tomamos día a día son realizadas de forma automática sin ser cuestionadas. La pandemia representó una amenaza tan fuerte que nos obligó a todos – personas, empresas y gobierno – a cambiar nuestros hábitos y cuestionar razonamientos que dábamos por sentado. Escuchamos a autoridades nacionales e internacionales desincentivar el uso del transporte público para evitar contagios, y también incentivar el trabajo remoto. En términos de sostenibilidad, lo primero tuvo implicancias negativas y lo segundo positivas.

En un estudio que realizamos comparando ciudades de América Latina, Australia y Sudáfrica, vimos que en todos los países sobre el 60% de los encuestados decía ser igual o más productivo desde su casa en comparación a su oficina física antes de la pandemia (Balbontin et al. 2021). Este estudio mostró que las personas en todos los países prefieren tener un modelo de trabajo flexible, donde puedan elegir trabajar desde la casa y desde la oficina algunos días de la semana. Además, las personas que viven más lejos de su trabajo prefieren trabajar más días desde la casa. Los efectos que tiene el trabajo remoto en nuestras ciudades son extensos y sin duda llevan a importantes cambios en los patrones de movilidad. Por ejemplo, en Australia encontramos que las personas que trabajan más desde casa tienden a hacer más viajes de compras y recreacionales/sociales (Balbontin et al. 2022b). Muchas veces este tipo de viajes se realizan hacia lugares cercanos a sus residencias y, por ende, aumenta el movimiento y potencian el comercio en sus comunidades. Estos resultados muestran que el trabajo remoto es una alternativa beneficiosa para muchos trabajadores – siempre y cuando sus ocupaciones lo permitan - tanto a nivel personal como profesional, y, además, podría ser un importante factor para disminuir la movilidad diaria en horas punta en la ciudad que – a su vez – aliviará la red de transporte y permitirá que aquellos trabajadores que no pueden trabajar de forma remota tengan una mejor experiencia de viaje.

Desde una perspectiva menos positiva, el aumento del uso de vehículo privado y la disminución del uso de transporte público durante estos últimos 3 años ha sido significativo, lo cual nos obliga a mirar esto con más detalle para revertir los impactos negativos de este cambio modal. La preocupación por el uso de transporte público generado por la pandemia presentó un desincentivo sin precedentes para su uso, preocupación que aumentaría en casos de largas esperas en paraderos/estaciones (Balbontin et al. 2022a). Afortunadamente, sí hemos visto un aumento en modos activos como la bicicleta y la caminata. En este sentido, las autoridades tienen que actuar rápido para evitar que el uso del vehículo privado se convierta en un hábito sobre todo para viajes largos y, a la vez, incentivar el uso de modos activos para viajes cortos de forma que el aumento de transporte activo que vimos para la pandemia se mantenga en el tiempo. Un sistema de transporte público eficiente y sin demoras reduciría la preocupación por el contagio, al igual que ciertos mensajes claros de las autoridades sobre las medidas sanitarias que se están tomando y los beneficios del uso de transporte público y modos activos.

Estos últimos años han cambiado la importancia que tienen los distintos componentes de la accesibilidad: movilidad física, proximidad espacial, y conectividad digital. En particular, estas dos últimas han ganado mucha fuerza y están definiendo hacia dónde estamos avanzando como sociedad. La crisis climática nos está obligando a que todos – incluyendo el mundo público y privado - dejemos de pensar en medidas y decisiones en el corto plazo, y empecemos a formar el país y la sociedad en la que queremos vivir.

*Por Camila Balbontín, académica de la Facultad de Ingeniería y Ciencias de la Universidad Adolfo Ibáñez.

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